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Vacaciones en Suiza · 12-20/12/2011

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Tras llegar el domingo del puente de Asturias, el lunes 12 por la mañana volví a preparar la mochila y salí para Donosti. Comí con los aitas y por la tarde cogí un autobús hacia el aeropuerto de Bilbao. En Bilbao cogí un avión a Ginebra, donde llegué sin contratiempos sobre las diez de la noche. Suiza es un país muy caro, pero tiene algunas ventajas. En el aeropuerto hay una máquina que expende tickets para el transporte público válidos por ochenta minutos, así que resulta gratis trasladarse. Cogí uno de esos tickets y fui en tren hasta la estación central, en el corazón de la ciudad. El hostel estaba prácticamente al lado y tenía todo tipo de comodidades. De hecho, es el mejor hostel en el que he estado. Y no era caro, 32 francos suizos que al cambio son unos 27€. Además, incluía una tarjeta para usar el transporte público libremente y sin restricciones durante la estancia. La habitación, de dos literas, estaba ocupada por un chaval asiático que me recordó mucho al Hiro de la serie Héroes. No hablaba prácticamente inglés y era muy callado, así que no hablamos mucho. Tras acomodarme, salí un rato a dar un paseo por los alrededores. Hacía frío, pero no tanto como me esperaba.

Más tarde me di una ducha, y mientras estaba organizando la mochila llegó a la habitación otra pareja. Les oí hablar en español, así que comencé a hablar con ellos. Era una pareja de estudiantes de música, Sofía y Ricardo, ella de padres rusos y él cubanos, que habían vivido en España desde muy jóvenes y que acababan de llegar de Viena, donde habían estado estudiando música un tiempo pero donde no estaban a gusto. Ella tocaba el clarinete y él el violín. Habían llegado a Ginebra con una mano delante y otra detrás, literalmente. Habían estado varios días colándose en el conservatorio para dormir por la noche pero estaban hartos de hacerlo y esa noche se habían alojado en el hostel. Estaban teniendo problemas para encontrar alojamiento porque en Ginebra es muy caro y escaso, y para ser honesto, eran bastante ingenuos, aunque muy simpáticos. Les di un par de consejos y hablamos durante largo rato antes de echarnos a dormir.

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El martes 13 me levanté temprano y fui directamente a la Oficina de Turismo. Pedí un mapa y estuve todo el día recorriendo la ciudad. Ginebra no es especialmente bonita y el tiempo no acompañaba demasiado, pero siempre es divertido explorar un nuevo lugar. La ciudad se encuentra a orillas del Lago Lemán, cuya embocadura la divide en dos partes conectadas por varios puentes. Prácticamente todos los puntos de interés turístico se encuentran al sur de los puentes, en una zona que podría ser la Parte Vieja, repleta de exclusivas tiendas, agradables restaurantes, estrechas callejuelas y edificios antiguos. En la Oficina de Turismo me habían dicho que había algunos museos de entrada gratuita, así que al atardecer visité uno de ellos, el Museo de Arte e Historia, antes de volver al hostel, ya de noche.

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El miércoles 14 salí a correr un rato. El itinerario no fue precisamente el más acertado pero fue relajante. Más tarde dejé la habitación, fui a la estación a comprar el billete para Friburgo y seguí por la cuidad el resto del día, visitando unos cuantos lugares que el día anterior no tuve tiempo de visitar, entre ellos el Museo de Historia Natural, también gratuito, repleto de animales disecados (eso sí, muy bien disecados) y el edificio de las Naciones Unidas. Por la tarde cogí el tren hacia Friburgo y en un par de horas y media estaba ya allí. El sistema de trenes suizo funciona especialmente bien, aunque como todo lo demás, es muy caro. El tren rodea el lago Lemán durante gran parte del recorrido y las vistas del lago con las montañas nevadas al fondo son impresionantes.

Llegué a Friburgo de noche y nada más llegar a la estación María me llamó para ver dónde estaba. Le dije que justo acababa de llegar y me dijo que me pasaba a recoger con unos amigos. En unos minutos llegó, me presentó a sus amigos y nos fuimos a tomar un par de cervezas todos juntos. De camino a casa de María paramos en una plaza en la que un grupo de gente estaba dando sopa gratis en el interior de un kiosco. No recuerdo el motivo, pero probablemente sería para celebrar la navidad. Sopa de verduras, por suerte. Y muy buena. Llegamos a casa de María y cené algo más, charlamos un rato y bebimos vino antes de dormir.

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El jueves 15 María tenía todavía clases, así que salí por la mañana a conocer la ciudad. Me pasé de nuevo por la Oficina de Turismo y me dieron un mapa con un itinerario turístico ya marcado. Friburgo es realmente una especie de pueblo. La Parte Vieja, alrededor del río, se puede recorrer prácticamente en una mañana. Es una zona muy bonita, con un importante desnivel hacia el río, un impresionante puente y otros varios pequeños que lo cruzan a distintas alturas. Tiene una imponente catedral, que curiosamente estaba cerrada con llave. Estuve todo el día paseando tranquilamente por callejuelas y por caminos que rodean la ciudad y desde donde los que se puede disfrutar de buenas vistas. Por la tarde me reuní con María y cenamos fondue antes de salir de fiesta con los erasmus de la universidad. Nos juntamos un grupo bastante grande y estuvimos de bar en bar, venga a beber cerveza, además de una botella de vino que habíamos llevado de casa y otros licores que otra gente tenía en termos. A María no le quedaba mucha marihuana, así que llamó al amigo que le pasó la última para comprar más. Nos reunimos con él más tarde, en una especie de discoteca, y dijo que no tenía para vender, pero que tenía propia para fumar. Estuvimos fumando y bebiendo toda la noche. Hacia las cuatro de la mañana estaba realmente colocado y borracho, al igual que María. Nos despedimos y nos fuimos para casa dando tumbos. Sacamos a Miko un rato antes de echarnos a dormir la mona.

El viernes 16 nos levantamos tarde y estuvimos todo el día vagueando, comiendo y viendo pelis. Pensábamos salir a dar un paseo por un lago cercano, pero se nos fue haciendo tarde y al final no hicimos más que sacar a Miko e ir al supermercado a comprar algo más de comida. A última hora fuimos a una tienda de segunda mano a buscar material de esquí y snow. Había bastantes cosas por allí. María compró botas de patinar y alguna cosa más, y yo compré un casco para la bici y una cantimplora, todo muy barato.

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El sábado 17 el tiempo comenzó a empeorar. Por la mañana las calles amanecieron nevadas, pero aun así nos fuimos a dar un paseo por los alrededores de un lago llamado Lago Negro, cerca de Schwarzsee. A medida que íbamos llegando la carretera estaba más llena de nieve. Llegados a un punto paramos la furgoneta y pusimos las cadenas. Continuamos con ellas durante unos kilómetros y de repente oímos un ruido extraño, pero la furgoneta avanzaba bien, así que llegamos hasta los pies del lago. Allí estaba nevando bastante y había una capa de nieve de más de medio metro en algunas partes. Al bajar de la furgoneta vimos que faltaba una de las cadenas y María no quería bajar más tarde sin ella por esa carretera repleta de nieve y hielo, que probablemente empeoraría con la que estaba cayendo. Calculamos que la cadena se podría haber perdido un par de kilómetros atrás, cuando oímos el ruido, así que salimos a buscarla. Por el camino preguntamos a varios quitanieves si la habían visto en la carretera, pero ninguno de ellos había visto nada. Tras andar durante largo rato y ya pensando en dar la vuelta, la encontramos cerca de una curva. Estaba en mitad de la carretera, partida en varios trozos. Nos dimos la vuelta, continuamos hacia la furgoneta y paseamos un rato por los alrededores del lago. Había muchísima nieve y estaba haciendo tan mal tiempo que no se veía prácticamente nada, así que jugamos un poco con Miko por allí y nos volvimos a Friburgo antes de que anocheciera, con una sola cadena en las ruedas. Afortunadamente, la carretera estaba bastante bien y no hubo contratiempos, aunque María estaba muy nerviosa y bajó conduciendo tiesa como un palo. Como todavía era pronto, decidimos visitar Berna. Paseamos por las calles, intentamos ver los osos que viven en un recinto a orillas del río (estarían durmiendo o hibernando) y bebimos té caliente en un puesto de Cáritas, enfrente del Palacio Federal.

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El domingo 18 salí a correr con Miko. Estaba nevando bastante pero enseguida entré en calor, aunque iba en camiseta. Al principio tenía miedo de que Miko no me hiciera caso y estuviera todo el rato tirando en dirección contraria, o parándose, pero enseguida cogió mi ritmo y se portó muy bien. Até su correa a mi riñonera y fuimos los dos muy a gusto. En las cuestas abajo se aceleraba y en las cuestas arriba se retrasaba un poco, pero nos compenetramos muy bien. Fue una nueva experiencia. Más tarde llegué a casa, me di una ducha y decidimos irnos a la estación de esquí de Moléson a practicar un poco de snowboard. Unos kilómetros antes de llegar, la carretera volvió a estar repleta de nieve y la furgoneta comenzó a patinar. Pusimos la única cadena que teníamos y pudimos andar durante un par de cientos de metros antes de que se rompiera y se quedara de nuevo en mitad de la carretera. La furgoneta patinaba un montón sin cadenas, así que nos dimos la vuelta y regresamos a casa. Por la noche nos pasamos por el Museo de Arte e Historia para ver una colección de tallas que formaban parte de un trabajo que tenía que presentar María.

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El lunes 19 volvimos a intentar subir a Moléson a hacer algo de snowboard. Aunque había mucha más nieve en las calles, el tiempo había mejorado algo. No obstante, María no quería ir sin cadenas, así que paramos de camino a comprar otras. Curiosamente, no se venden en gasolineras como en España. La mayoría de la gente usa ruedas de invierno, así que nos resultó complicado encontrar un sitio donde comprarlas. Al final llegamos a la estación sin contratiempos y sin tener que usarlas. Una vez allí, la tienda de alquiler de equipo estaba cerrada, así que tuvimos que bajar de nuevo al pueblo. Encontramos otra tienda, pero también estaba cerrada. Comenzamos a pensar que no íbamos a poder hacer snow esos días, pero tuvimos la suerte de hablar con una señora que era la madre de la dueña, quien salió de casa para atendernos. Necesitábamos unas botas y una tabla para mí y colocar las fijaciones en la tabla de María. Finalmente lo conseguimos todo, subimos de nuevo a la estación y pudimos estar un par de horas practicando. Los forfaits en Suiza son también muy caros, pero afortunadamente se pueden pagar por horas. Hacia las cuatro y media comenzaron a cerrar las telesillas y nos tuvimos que volver. Fueron sólo un par de horas, pero muy entretenidas.

Por la noche fuimos a una cena de cumpleaños de uno de los compañeros de María. Cada uno allí hablaba un idioma distinto, pero en inglés nos pudimos comunicar unas cuantas personas. María estaba más fluida, hablando en francés e inglés y chapurreando italiano. Comimos, bebimos vino, probamos las tartas y cantamos el cumpleaños feliz en un montón de idiomas distintos, euskera y coreano incluidos.

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El martes 20 nos levantamos, cargamos todas las cosas en la furgoneta y salimos de vuelta para España. Nuestra intención era hacer el viaje en el mismo día si era posible, pero sin ninguna prisa, durmiendo en la furgoneta si era necesario y se hacía tarde. Son unos 1.200 Km, pero estuvimos charlando todo el trayecto y se hizo corto. Paramos a comer y echar gasolina en las inmediaciones de Lyon y al salir encontramos caravana durante largo rato. Se nos hizo muy tarde, así que condujimos durante unas cuantas horas más y alrededor de las doce paramos en un área de descanso para dormir unas horas. A las seis de la mañana nos levantamos y tomamos carretera de nuevo. Paramos a tomar un café a unos 100 Km de España.

A unos 50 Km de la frontera la luz de la reserva se encendió. María dijo que unos 100 Km más ya hacía la furgoneta, así que esperamos a llegar a Donosti para repostar allí, ya que la gasolina en Francia es más cara. Casi llegando a Garbera (prácticamente a un kilómetro de casa) la furgoneta se paró. Pensé que se había calado, pero no pude volver a arrancarla. Estábamos en el carril del centro de la autovía, en un tramo con tres carriles y con un montón de tráfico en hora punta, a las nueve de la mañana. Conseguimos empujar la furgoneta marcha atrás hacia el arcén, desviando el tráfico, y allí decidimos que yo iría a buscar gasolina a la gasolinera más cercana. Salí corriendo y a los dos minutos un tío que había visto lo que había pasado me preguntó si quería que me llevase. Le dije que sí y por suerte me acercó hasta Garbera. Compré gasolina y pregunté allí a los coches que pasaban si alguno iba hacia Irún. Un señor me dijo que sí y me llevó de nuevo hasta la furgoneta. Echamos la gasolina en el depósito y rezamos para que arrancara de nuevo, ya que ambos tíos me dijeron que los motores diesel hay que purgarlos cuando se quedan sin gasolina y que probablemente no arrancaría. Afortunadamente arrancó. Y justo en ese mismo instante se acercó una furgoneta de la Ertzaintza para ver qué pasaba. Salí y les dije que se nos había calado y que habíamos esperado unos minutos para arrancarla de nuevo. No dijimos nada sobre la gasolina, por si acaso. Salimos de allí, paramos en Bidebieta a tomar un pincho y me despedí de María, que condujo hasta Vitoria.

En definitiva, unas bonitas vacaciones, aunque estando en Suiza y teniendo los Alpes tan cerca me hubiera gustado haber hecho un poco de montaña. Desafortunadamente, por las fechas y con el mal tiempo que estaba haciendo hubiera sido imposible.

Más

Vacaciones en Suiza — 12-20/12/2011 — Álbum de fotos en Picasa.
Running Activity 10.28 km — Actividad en RunKeeper de la carrera por Ginebra.
Running Activity 9.22 km — Actividad en RunKeeper de la carrera por Friburgo.

Referencias

City Hostel Geneva — El hostel de Ginebra.

1 Comment

  1. no me acordaba ya de lo de la gasolina!!!!!!!!!, qué grande!!!!!!!!!!

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